martes, 7 de mayo de 2013

La ermita de San Martín de Lantarón





La ermita de San Martín de Lantarón, antigua parroquia del despoblado del mismo nombre, se emplaza junto al Balneario de Sobrón, en un entorno abrupto donde se unen el barranco de Malluerca y el río Ebro.
Aunque la rehabilitación realizada recientemente, y que cubrió parte de la mampostería con un enfoscado, dificulta un análisis óptimo de la secuencia constructiva del edificio, no parece arriesgado afirmar que la iglesia románica se ha conservado prácticamente inalterada, salvo algunas modificaciones puntuales.

Se trata de un templo de planta rectangular y una única nave con una cabecera semicircular más estrecha, más baja y carente de presbiterio. Llama la atención que el acceso se sitúe en el lienzo norte, cuando lo común es encontrarlo al sur o, menos habitualmente, al oeste. Es probable que las dificultades para acceder al lugar, debido a la orografía, expliquen esta particularidad. Las ménsulas que se conservan en esta fachada, por otro lado, confirman que en algún momento este acceso debió de encontrarse porticado.


Sus muros están realizados con mampostería de diverso tratamiento en su aparejo y sillería en sus esquinales. Asimismo, el ábside semicircular, una solución arquitectónica que aparece en los edificios de culto a partir del siglo XII, implica una mayor complejidad técnica que el de tipo recto, fundamentalmente por el tipo de cubierta específica, la bóveda de horno, que exige.

A pesar de este hecho, la austeridad es la nota dominante en toda la ermita de San Martín. De hecho, las dos únicas ventanas corresponden a dos saeteras, situadas en el ábside y el hastial occidental, con abocinamiento interior y sin ningún tipo de decoración. La portada, por su parte, está formada por dos arquivoltas apuntadas que descansan sobre una imposta. Bajo la arquivolta exterior se situaban sendas columnas, actualmente desaparecidas, de las que sólo queda el capitel de una de ellas, muy deteriorado. Bajo la interior se disponen unas jambas de arista. La decoración, de medias esferas, se limita a la arquivolta exterior.



El remate de la nave continúa esta línea de sobriedad con canecillos achaflanados y una cornisa sin decoración, aunque no así el de la cabecera. Aquí, además de canecillos con decoración geométrica y figurativa (en concreto, una cara masculina y dos palomas), se dispone una cornisa decorada con medias esferas en su mitad septentrional.

Del interior del templo se pueden destacar tres elementos: el arco triunfal, que marca el acceso de la nave a la cabecera; los arcos fajones, que se apean sobre ménsulas y separan los diversos tramos de la bóveda de medio cañón apuntado que cubre la nave; y una imposta que recorre la nave, excepto el lienzo oeste, y el ábside a la altura del inicio de las bóvedas. Ninguno de ellos presenta ornamentación.

La ermita se data tradicionalmente a finales del siglo XII a partir de argumentos estilísticos. El uso del tallante en la talla final de algunos sillares y piezas escultóricas confirmaría, aunque con un amplio margen, esta cronología. Hay que tener en cuenta que el empleo de este instrumento, muy vinculado a las construcciones románicas, se extendió hasta mediados del siglo XIII.

Finalmente, hasta tres iglesias con fases románicas del cercano valle de Valdegovía comparten características formales con este templo. Nos referimos a la ermita de San Juan Bautista de Karkamu, la iglesia de San Juan Bautista de Acebedo y la de San Cornelio de Bellojín. Así, las tres cuentan con ábside semicircular, aunque los dos primeros casos cuenten con una mayor riqueza decorativa y el primero tenga, además, una cabecera realizada en sillería.

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