La ermita de San Martín de Lantarón, antigua parroquia del
despoblado del mismo nombre, se emplaza junto al Balneario de Sobrón, en un
entorno abrupto donde se unen el barranco de Malluerca y el río Ebro.
Aunque la rehabilitación realizada recientemente, y que cubrió
parte de la mampostería con un enfoscado, dificulta un análisis óptimo de la
secuencia constructiva del edificio, no parece arriesgado afirmar que la
iglesia románica se ha conservado prácticamente inalterada, salvo algunas
modificaciones puntuales.
Se trata de un templo de planta rectangular y una única nave con
una cabecera semicircular más estrecha, más baja y carente de presbiterio.
Llama la atención que el acceso se sitúe en el lienzo norte, cuando lo común es
encontrarlo al sur o, menos habitualmente, al oeste. Es probable que las
dificultades para acceder al lugar, debido a la orografía, expliquen esta
particularidad. Las ménsulas que se conservan en esta fachada, por otro lado,
confirman que en algún momento este acceso debió de encontrarse porticado.
Sus muros están realizados con mampostería de diverso tratamiento
en su aparejo y sillería en sus esquinales. Asimismo, el ábside
semicircular, una solución arquitectónica que aparece en los edificios de culto
a partir del siglo XII, implica una mayor complejidad técnica que el de tipo
recto, fundamentalmente por el tipo de cubierta específica, la bóveda de horno,
que exige.
A pesar de este hecho, la austeridad es la nota dominante en toda
la ermita de San Martín. De hecho, las dos únicas ventanas corresponden a dos
saeteras, situadas en el ábside y el hastial occidental, con abocinamiento
interior y sin ningún tipo de decoración. La portada, por su parte, está
formada por dos arquivoltas apuntadas que descansan sobre una imposta. Bajo la
arquivolta exterior se situaban sendas columnas, actualmente desaparecidas, de
las que sólo queda el capitel de una de ellas, muy deteriorado. Bajo la
interior se disponen unas jambas de arista. La decoración, de medias esferas,
se limita a la arquivolta exterior.
El remate de la nave continúa esta línea de sobriedad con
canecillos achaflanados y una cornisa sin decoración, aunque no así el de la
cabecera. Aquí, además de canecillos con decoración geométrica y figurativa (en
concreto, una cara masculina y dos palomas), se dispone una cornisa decorada
con medias esferas en su mitad septentrional.
Del interior del templo se pueden destacar tres elementos: el arco
triunfal, que marca el acceso de la nave a la cabecera; los arcos fajones, que
se apean sobre ménsulas y separan los diversos tramos de la bóveda de medio
cañón apuntado que cubre la nave; y una imposta que recorre la nave, excepto el
lienzo oeste, y el ábside a la altura del inicio de las bóvedas. Ninguno de
ellos presenta ornamentación.
La ermita se data tradicionalmente a finales del siglo XII a
partir de argumentos estilísticos. El uso del tallante en la talla final de
algunos sillares y piezas escultóricas confirmaría, aunque con un amplio
margen, esta cronología. Hay que tener en cuenta que el empleo de este
instrumento, muy vinculado a las construcciones románicas, se extendió hasta
mediados del siglo XIII.
Finalmente, hasta tres iglesias con fases románicas del cercano
valle de Valdegovía comparten características formales con este templo. Nos
referimos a la ermita de San Juan Bautista de Karkamu, la iglesia de San Juan
Bautista de Acebedo y la de San Cornelio de Bellojín. Así, las tres cuentan con
ábside semicircular, aunque los dos primeros casos cuenten con una mayor
riqueza decorativa y el primero tenga, además, una cabecera realizada en
sillería.
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